
El Uno, el fundamento del amor
-
Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante
de la ley?
- Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
todo tu ser y con toda tu mente - le respondió Jesús.
Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.
El segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como
a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los
profetas, (Mateo 22. 36,40).
Jesús,
más que un mandato, está resumiendo su experiencia
espiritual. Cuando se encuentra a Dios, buscándolo por encima
de todas las cosas, se encuentra la Unidad de uno con todo. Jesús
nos revela la solución al enigma de la infinita multiplicidad
de la existencia: el prójimo es en realidad tú mismo.
Cuanto
más te identificas con tu ego, más ves el ego de los
demás. Pero cuanto más esfuerzo haces en tu “sadhana”
o práctica espiritual por identificar y experimentar a la
Divinidad dentro de ti, más empiezas a verte a ti mismo en
los demás, que de algún modo te empiezan a resultar
familiares, como si fueran una parte de ti, como si te reconocieras,
te reencontrases a ti mismo en ellos.
Una
poderosa razón que encuentra el yogui para amar no sólo
a sus prójimos, sino a todos los seres vivos, es que el mismo
Dios al que ama y busca día a día está - por
así decirlo - encerrado en los demás seres vivos,
experimentando sus sufrimientos. La compasión, aliviar el
sufrimiento de todos los seres, es la conclusión lógica
del que ha trascendido las limitaciones de sus ego, de su separación
de todo lo demás. Tal yogui comprende la universalidad del
sufrimiento, pero también la universalidad de la consciencia
y la universalidad del amor que vuelve todo uno.
Krishna
habla también esta visión en la que el yogui contempla
al Amado, tanto tiempo buscado, en todos los seres, cuando declara
en el Gita:
Aquél
que en su amor universal, logra amarme en todo lo que ve, donde
quiera que este hombre viva, este hombre vive en Mí constantemente,
sea cual fuere la condición de su vida, (Bhagavad
Gita VI, 31).
Quien,
reconociendo la unidad universal del Ser, ve con imparcialidad la
misma esencia en todo los seres, solidarizándose con ellos
tanto en lo placentero como en lo doloroso; en verdad, éste
es el más grande de los yoguis, (Bhagavad
Gita VI, 32).
Antes
ha dicho, de forma similar al primero de los dos mandamientos de
Jesús:
Pon
todo tu amor únicamente en Mí y entrégame tu
mente. De este modo, en verdad, encontrarás en Mí
vida eterna, (Bhagavad Gita XII, 8).
La visión universal del amor
Los
dos mandatos expresados por Jesús recogen los dos aspectos
de nuestra relación con la Divinidad: por un lado la relación
con un Dios absoluto y trascendente, superior a la creación,
y por otro lado, la relación con la Divinidad manifestándose
en la creación.
El
samadhi, el trance yóguico de la unión con
la Divinidad, puede ser de varios tipos. Uno de ellos implica la
abstracción de toda manifestación, de toda forma,
en la fusión con el Divino. Otro implicaría la experiencia
del Divino en la creación. La primera experiencia esta ligada
al despertar del chakra de la corona, siendo la experiencia de la
consciencia pura. Y la segunda está ligada al chakra del
corazón, siendo la experiencia de la unidad en el amor. Ambas
son necesarias. Pero en ambas experiencias el yogui debe superar
su ego, la arraigada creencia de la separación de uno de
Dios o de los demás.
Así
que podemos hablar de la experiencia de Dios más allá
de todas las cosas (Dios trascendente), y la experiencia de Dios
en todas las cosas (Dios inmanente). En los mandamientos que nos
da Jesús, se esconde lo que en el Yoga llamamos “la
visión universal del amor”, en la que el Bienamado
divino se contempla en todas partes. También se le llama
a esto en India la “danza de Shiva”, la visión
de Dios danzando, ejecutando todos los movimientos que se producen
en la creación.

En
el capítulo 11 del Bhagavad Gita Krishna le concede esta
visión a Arjuna, que proclama:
En
Ti, Oh Dios mío, contemplo a todos los dioses y las innumerables
variedades de seres que habitan en Tu creación; asimismo,
veo a Brahma sentado en el trono de su flor de Loto, y a todos los
grandes sabios videntes y las serpientes de la luz, (Bhagavad
Gita XI, 15).
Por
doquier contemplo la gloria de tu infinitud: El poder de tus innumerables
brazos, la visión de tus innumerables ojos, las palabras
de tus incontables bocas, y el fuego vital de tus innumerables cuerpos.
Me resulta imposible ver tu principio, tu medio o tu fin, ¡Oh
Señor de todas las especies, Dios de la Forma Infinita!,
(Bhagavad
Gita XI, 16).
Copyright 2019©.Se permite la libre reproducción siempre que se cite la fuente.

|